Las dioxinas constituyen un grupo de compuestos químicos que son contaminantes ambientales persistentes. Son sustancias derivadas de la actividad industrial, pero también pueden producirse en procesos naturales como las erupciones volcánicas y los incendios forestales. Se forman en procesos de fabricación como como la fundición, el blanqueo de la pasta de papel con cloro o la fabricación de algunos herbicidas y plaguicidas. Además, la incineración descontrolada de desechos (sólidos y hospitalarios) suele ser la causa más grave de su liberación al medio ambiente, dado que la combustión es incompleta.
Aunque la formación de dioxinas es local, su distribución ambiental es mundial. Las concentraciones de dioxinas en plantas, agua y aire son muy bajas. Por otro lado, las mayores concentraciones se registran en algunos suelos, sedimentos y alimentos, especialmente los productos lácteos, carnes, pescados y mariscos. Esto último es debido a que las dioxinas son liposolubles y bioacumulables. Una vez que penetran en el organismo, persisten en él durante mucho tiempo. Por tanto, al ingerir ciertos alimentos, los animales acumularán dioxinas en sus tejidos grasos y, luego, los productos grasos de dichos animales serán ingeridos por el ser humano. Cuando más arriba se encuentre el animal en la cadena alimentaria, mayor será su concentración de dioxinas.
Otra característica de las dioxinas es que son muy termoestables hasta temperaturas de 800ºC. Esto hace que su eliminación mediante los diferentes tratamientos culinarios como cocción (100ºC), fritura (200ºC) u horneado (250ºC) sea imposible.
Las dioxinas tienen elevada toxicidad y pueden provocar problemas de reproducción y desarrollo, afectar el sistema inmunitario, interferir con hormonas y, de ese modo, causar cáncer. Evaluaciones realizadas en 1997 y 2002 por el Centro Internacional OMS de Investigaciones sobre el Cáncer, han dado como resultado que se clasifique las dioxinas como "carcinógeno humano". Sin embargo, no afecta al material genético, y hay un nivel de exposición por debajo del cual el riesgo de cáncer podría ser insignificante.
Para reducir el riesgo de exposición se recomienda eliminar la grasa de la carne, así como el consumo de productos con bajo contenido graso, y mantener una dieta equilibrada donde estén muy presentes frutas, verduras y cereales.
No obstante, gracias al esfuerzo político que se está realizando en los diferentes Estados miembros en la reducción de los niveles de estas sustancias, la exposición de dioxinas en la población europea ha disminuido en los últimos 10 años.
Aunque la formación de dioxinas es local, su distribución ambiental es mundial. Las concentraciones de dioxinas en plantas, agua y aire son muy bajas. Por otro lado, las mayores concentraciones se registran en algunos suelos, sedimentos y alimentos, especialmente los productos lácteos, carnes, pescados y mariscos. Esto último es debido a que las dioxinas son liposolubles y bioacumulables. Una vez que penetran en el organismo, persisten en él durante mucho tiempo. Por tanto, al ingerir ciertos alimentos, los animales acumularán dioxinas en sus tejidos grasos y, luego, los productos grasos de dichos animales serán ingeridos por el ser humano. Cuando más arriba se encuentre el animal en la cadena alimentaria, mayor será su concentración de dioxinas.
Otra característica de las dioxinas es que son muy termoestables hasta temperaturas de 800ºC. Esto hace que su eliminación mediante los diferentes tratamientos culinarios como cocción (100ºC), fritura (200ºC) u horneado (250ºC) sea imposible.
Las dioxinas tienen elevada toxicidad y pueden provocar problemas de reproducción y desarrollo, afectar el sistema inmunitario, interferir con hormonas y, de ese modo, causar cáncer. Evaluaciones realizadas en 1997 y 2002 por el Centro Internacional OMS de Investigaciones sobre el Cáncer, han dado como resultado que se clasifique las dioxinas como "carcinógeno humano". Sin embargo, no afecta al material genético, y hay un nivel de exposición por debajo del cual el riesgo de cáncer podría ser insignificante.
Para reducir el riesgo de exposición se recomienda eliminar la grasa de la carne, así como el consumo de productos con bajo contenido graso, y mantener una dieta equilibrada donde estén muy presentes frutas, verduras y cereales.
No obstante, gracias al esfuerzo político que se está realizando en los diferentes Estados miembros en la reducción de los niveles de estas sustancias, la exposición de dioxinas en la población europea ha disminuido en los últimos 10 años.